Entre uno de los ejemplos de las fugas (mejor dicho,
expulsiones) de cerebros de la antigüedad se encuentra un caso nacional, la
expulsión de judíos y moros. Tras la Reconquista española, los Reyes Católicos, Isabel y Fernando, buscaban un reino en el que
existiese únicamente una sola religión, el cristianismo. Por esa misma causa,
el rey Fernando ordenó la expulsión de los judíos que residían en España el 7 de Enero de 1492 si éstos no se convertían al
catolicismo. Su expulsión fue la principal causa de la crisis económica que
sufrió el Reino de España posteriormente, ya que las personas pertenecientes a la
religión judía eran las que controlaban la mayor parte de la economía y
dominaban las finanzas españolas. Además del decaimiento económico, su
expulsión hizo necesario el servicio de banqueros procedentes de otros países,
como la familia Fugger y de la Genoa.
Posteriormente, los judíos serían también expulsados de Andalucía por la reina
Isabel.
La guerra entre España contra Turcos y
Moros de África
Meridional afectó
a la política interna española, lo cual finalizó en el llamado alzamiento de Alpujarras (1568–1571), hecho que propició
la expulsión de los moriscos andaluces del país en
el año 1609. Aunque los moriscos constituyesen una reducida minoría, ellos eran
una parte fundamental en las actividades artesanales y agrícolas de la zona. Su
expulsión fue también clave en el declive de la economía del país. De este
modo, la aristocracia más conservadora pudo enriquecerse a costa de las
provincias españolas en las que existía una mejor economía.
En este caso, los motivos que propiciaron la fuga de
cerebros fueron religiosos y políticos. En esta situación, se hubiera generado
una enorme crisis económica de no ser por el descubrimiento de América,
financiado por los Reyes Católicos, que mejoró la economía del país.
Bibliografía
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