Según la teoría del crecimiento económico, la
convergencia hacia un desarrollo autosostenido precisa de variables
determinantes como son la inversión en
capital humano, el régimen de incentivos, recursos financieros, información
oportuna y el ordenamiento institucional.
Otra de las teorías económicas, la teoría del
crecimiento endógeno, dice que de todas estas
variables a la que se tiene que dar más importancia es a la de la inversión en
capital humano. Benjamin Franklin fue uno de los defensores
de esta teoría, la cual resumió en la frase “En su propio país, un genio es como el oro en la mina.” Así, el
conocimiento constituye un nuevo factor acumulable para el crecimiento
económico, sin el cual el capital físico no se ajusta a los requerimientos del
entorno económico. Esta es la causa por la que la mano de obra cualificada ha
pasado a ser un elemento estratégico que aporta un valor bruto a la economía de
cualquier país.
Cuando un país pierde sus trabajadores más
cualificados, sufre un proceso de descapitalización humana que disminuye la
tasa de crecimiento potencial de su economía a corto y medio plazo.
Además, la
fuga de cerebros convierte el gasto público de los países emisores en ineficaz
y no equitativo. Por un lado, los gastos en educación financiados por la
hacienda pública local no obtienen ninguna rentabilidad, pues la que cabría
esperar vía contribución al crecimiento económico doméstico o
recaudación impositiva se devenga en el país de acogida. Por ejemplo, en
España, el precio anual medio de un estudiante universitario ronda los 7000€.
Si después dicho estudiante tiene que emigrar a otro país por falta de empleo,
el rendimiento obtenido por el estado es nulo. Además, en España han emigrado
cerca de 350.000 españoles desde el año 2009, según datos del PERE (Padrón de españoles residentes en el extranjero)del Instituto Nacional de
Estadística,
habiendo partido más de 114.000 hasta septiembre del 2012. También, según este
mismo estudio, más de 1.600.000 residentes de nacionalidad española se
encuentran oficialmente viviendo en otros países. Aunque
conozcamos el número exacto, no hay estadísticas acerca de su perfil. Sin
embargo, como analizaremos posteriormente, podremos constatar que una gran
parte de ellos son cerebros.
Por otro lado, la formación de aquellos
que abandonan el país, y que poseen una mayor renta esperada (por las mejores
condiciones en el extranjero), es financiada por los impuestos de los que, en
su gran mayoría, permanecerán en el país y cuya renta esperada es por lo tanto
menor.
Sin embargo, la consecuencia más
importante de la fuga de cerebros suele ser un notorio envejecimiento de la
población. Este hecho suele darse ya que los emigrantes suelen ser personas
jóvenes. Los efectos de este envejecimiento de la población pueden ser muy
perjudiciales para la economía de un país y pueden llegar a fracturar su estado
de bienestar.
En cambio, recientemente han aparecido argumentos
que sostienen que la fuga de cerebros tiene también efectos positivos para el
país emisor de trabajadores:
- La salida de algunos trabajadores motiva al resto al aumentar sus incentivos para recibir una mayor educación, lo que aumenta el stock de capital humano del país.
- En segundo lugar, los emigrantes realizan transferencias tanto monetarias como de conocimientos, lo que puede ser beneficioso para el país emisor en el caso de que estos emigrantes vuelvan.
- La emigración fomenta y mejora los flujos de información y conocimientos entre países.
- En cuarto lugar, la naturaleza de la movilidad ha cambiado fundamentalmente por la mejora de las comunicaciones, con lo que se pueden estar sobrevalorando los costes asociados a la pérdida de capital humano.