La primera fuga de cerebros conocida
data del año 529 d.C., cuando Justiniano I “el Grande” cerró la
Academia de Atenas.
La causa de su cierre fue la intención de Justiniano I de imponer el
cristianismo como religión oficial, y, a sus académicos, pertenecientes a la
rama neoplatónica, les llegó la orden de abandonar la academia y también la
ciudad de Atenas.
Atendiendo a esta imposición, los filósofos neoplatónicos se refugiaron en la
corte del rey Cosroes I de Persia, de la dinastía
Sasánida, fuera del territorio del Imperio Bizantino. Estos miembros se
llevaron consigo miles de pergaminos de la Academia Platónica, en los cuales se
podía encontrar información filosófica, literaria y científica.
Tras el tratado de paz entre el imperio
Bizantino y el Persa en el año 532 d.C., muchos de los miembros de la academia
encontraron la seguridad en la fortaleza de Harran, cercana a la ciudad de
Edesa (Turquía). Uno de los personajes principales de este grupo fue
Simplicius, discípulo del último líder de la Academia platónica, Damascius. Los miembros fugados
sobrevivieron allí hasta el siglo IX, época en la que se difundió el
Neoplatonismo en Bagdad, a donde emigraron.
En este caso, las migraciones de sabios
no se llevaron a cabo por motivos económicos, sino más bien por motivos de
carácter político y, sobre todo, religioso.
Bibliografía
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